Algunas claves de la felicidad

A día de hoy tengo todo lo que quiero, esa camiseta que tanto me gustaba, ese teléfono móvil con 5G y pantalla de 6,7 pulgadas que tanto ansiaba, la bicicleta roja que tanto deseé, esos platos tan molones que aportan un toque actual en mi cocina, ese libro de autoayuda de esa psicóloga que está ahora tan de moda que pensé que me salvaría la vida, esos percheros de diseño que adquirí hace tres años como si fueran el mayor tesoro del mundo y todavía no he decidido dónde colocarlos, esa agenda con frases motivadoras que utilicé el año pasado y aún me resisto a tirar porque seguro que algún día volveré a leerlas. En fin… ¿qué más podría pedir?

Aunque todavía tengo objetivos a largo plazo, hasta ahora he conseguido todo lo que deseaba en la vida, hacer un viaje (o dos…o tres…) al extranjero y vivir experiencias “inolvidables”, aunque tras dos años ya se están diluyendo en mi torrente de recuerdos; avanzar en mi carrera profesional y conseguir un trabajo, aunque probablemente no sea para toda la vida; ser capaz de decidir con quién me relaciono y rodearme de personas nutritivas, casi todas…

Sin embargo yo no me siento feliz, no siento esa satisfacción y ese bienestar constante que irradian los influencers a los que sigo en las redes sociales. ¿Qué es lo que ocurre?

Lo que pasa es que mis sistemas cerebrales de recompensa se activan cuando siento el placer de que voy a conseguir lo que deseo. En estos circuitos mesocorticolímbicos se segrega dopamina y mis neuronas surfean la dopamina mientras esa fuente de placer está disponible. Mientras el núcleo accumbens está activo, inundado de dopamina, todo es maravilloso. Pero pasado un periodo de tiempo, se produce una neuroadaptación, la sensación placentera se disipa y regresamos a un estado de pues…sin más.

Desde el punto de vista de la psicología de la motivación, siendo la dopamina la responsable de impulsar la acción motivada, aplazar la recompensa nos ayudará a valorar los logros puesto que se activará el sistema motivacional de forma más sostenida.

Y desde un punto de vista más humanista, vivir de acuerdo con tus valores y no únicamente con esos chutes de dopamina intermitentes, te aporta satisfacción, bienestar, serenidad y un equilibrio en tu estructura psicológica y en tus neurotransmisores. Probablemente, en la medida en que te conectes más con tu interior y actúes de acuerdo con tus valores, se reducirá el nivel de ansiedad por aquello que no tienes, puesto que valorarás aquello de lo que sí dispones.